El Cuadro en el Ojo
Collages
Gonzalo Vélez
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Como punto de partida el collage: un conjunto de imagines separadas de su context, de susu realidades específicas, que al ser manipuladas por el autor, recreant una nueva realidad fragmentada, metáfora del caudal de estímulos que recibimos diariamente vía mass media. Sin sentido, los habitants de urbes desarrollamos defensas contra tanta información, y así nos mostramos indiferentes o apáticos, o bien desvalorizamos indiscriminadamente cuanto recibimos. La experimentación de Eric del Castillo se dirige hacia la exhibición sin censura de lo atroz, para desacralizarlo, para mostrar su cotidianeidad y nuestra indiferencia ante lo terrible. Pero la ironía es desencanto, lo impúdico es una búsqueda imperiosa de pureza, el grito de una religion cuyos dioses han muerto.
Un angel negrialdo camina por la ciudad contemplando los escombros, corroborando La Destrucción de Sodoma (1989-90); al alejarse de la escena da la espalda al espectador, permitiéndole ver los restos de un edificio: piedras, cables, vigas de acero, una columna trozada con pedazos de varilla al aire. En primer plano un poste a caido sobre un enrejado, y a sus pies, un cadaver; encima hay un farol con el foco intacto.
En los cuadros de del Castillo siempre hay un movimiento: algo que está a punto de pasar; toda la tension está contenida en la instantnea de la acción que ha sido capturada. Incluso en su San Sebastián (1989), que aparece solo de los muslos al cuello, atravezado por tres flechas, y cercado por un alambre de púas, la sangre escurre lentamente por la herídas, delineando el volume del cuerpo. Es de esta necesidad de movimiento donde surge su creación en el campo del performance: primero con El Sindicato del Terror, y luego con Los Escombros de la Ruptura. En el performance sus acciones están encaminadas a un desarrollo conceptual, y tanto los objetos como los movimientos de los participantes adquieren un valor simbólico. Así, media docena de performistas enmascarados se convierten en la personalidad desdoblada de Van Gogh, y en acciones simultáneas aparece un títere Van Gogh manipulado por Van Gogh titiritero, mientras Van Gogh se corta la oreja en medio de olores de trementina, y Van Gogh cabila con un revolver en la mano.
Del collage a la pintura; de la tira cómica al performance, o a las piedras pintadas como si fueran restos de un temple antiquísimo. Una mujer en cueros sadomasoquistas amenaza con un látigo. En otro lugar, varios peronajes miran agresivos desde el cuadro, porque Eric los ha descubierto en su intimidad, fuera de su trabajo de 9 a 6 en el estereotipo de la historieta. Hay una serie de acrílicos que muestran la calle, pero vista desde la altura. Así observaría un ángel lo que pasa en el mundo: como con el ojo preciso de un satellite artificial. No las fachadas sino las azoteas. Sólo cabezas caminando sobre la banqueta, los personajes agitan sus portafolios, las narices apuntan hacia la oficina. A sus pies una rejillainsinúa una cloaca como su fuera una lubricidad de la calle, la calle como una puta adornada con chaquira de papeles tirados, y el hoyo seductor entrevistado detrás de las enrejadas bragas de metal. Encima los peatones indiferentes circulan con prisa de 9 de la mañana.