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ERIC DEL CASTILLO

VISUAL REMIXER

De hogar

Elizabeth Romero Betancourt

¿Qué habita en la palabra hogar? Originalmente la hoguera, es decir, el fuego y sus beneficios: luz y calor; preservado el fuego –al fin regalo de los dioses-, la idea de techo y también de templo se añaden; luego la transformación de lo crudo en lo cocido: alimento. Y se extiende la palabra para significar refugio, amparo, sustento, protección, descanso, intimidad, familia y las que el lector quiera sumar. En un mundo acosado por la barbarie de la guerra y las violencias, acudir a una buena palabra como matriz para la creación es un signo esperanzador. Eric del Castillo enuncia Hogar-Dom-Home (así en español, croata e inglés) para reconocer no sólo esa matria que es la lengua: la propia, la de su esposa y aquélla en la que se conocieron, sino para ahondar en las imágenes, los signos y las posibilidades que el entorno inmediato brinda.
Útero, huevo, nido, madriguera, casa, ciudad, país, planeta son únicamente dimensiones distintas de un hogar. Valiéndose de materiales harto comunes, las más de las veces al alcance de la mano y con objetos de uso cotidiano, algunos de desecho, Del Castillo entrama un discurso sobre las habitaciones y evoca tanto la niñez y el presente, así como sus utopías: espacios idos, reales e imaginarios en donde aloja ternura y melancolía, bienestar y nostalgia, tristeza y esperanza. Sus recursos van del objet trouvé, el ready made, el collage y la fotografía, al arte- objeto y el video con los que construye estas probables e improbables arquitecturas.
Sobre la redonda vía de un tren de juguete circula una góndola que sostiene una plataforma, sobre ella una casa –o iglesia o granero- rodeada de pasto y tres pinos, ¿será esto lo que reste cuando ya nada quede?, un sistema ferroviario a ninguna parte, una sola casa sin vecinos girando eternamente. En un trozo de piedra –un peñasco o acaso un asteroide-, una carretera fragmentada pasa por un poblado, es decir, un molino de viento, una casa; un camión de volteo rojo transita un camino de aquí a allá y suscita la incógnita de cuántas veces irá y vendrá con un tanque de gasolina, hasta cuándo, para qué.
De las muchas preguntas que inspira esta obra hay la constante "¿Qué te llevarías si te tuvieras que ir del planeta?" Del Castillo elige especimenes varios, los guarda en un frasco de vidrio y los mantiene listos por si acaso: pasto, una lagartija, una oruga, una rama de hiedra, un huevo, pero todos de plástico, todos son representaciones; no lo anima pues el deseo de repoblar un mundo nuevo, sino recordar las formas evocándolas cuando ya no existieran. En presente, el autor acude a revelaciones, pues natura le entrega el aparente hallazgo de un nido y otro que ha caído de los árboles luego de la migración de los pájaros –Eric vive en una zona rural dentro de la mancha urbana-, y estas redondas y cóncavas deberán incluirse en el equipaje del day after. Y a donde quiera que haya que vivir en el futuro, ha de llevar consigo el caracol que avanza en pos de la última hoja de la estación y la espada de madera a la que le ha crecido una hiedra y cuenta la conmovedora historia de los tiempos de paz que dedica a su hijo Luka.
Pangea –toda la tierra, el hogar primigenio- es una redonda superficie palpitante bañada de luz, tersa y pura. Pangea es el vientre dador de vida. Es la madre gestante y el bebé que la habita; dos corazones –el de Neli y el de Pablo Neo, esposa e hijo-, que sin ser visibles, anuncian con sus sístole y diástole la certeza del mañana, la confianza de hallar un hogar en el abrazo. En México-Tenochtitlan, noviembre de 2004

Texto para la exposición Hogar-Dom-Home
Galería de la ENPG La Esmeralda, CENART. 2004