Guión para celebrar una década
Gonzalo Vélez
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@pertura: noche, por supuesto. Tiempo detenido, despertar de vampiros y fantasmas como imágenes apresables. Se escucha algo parecido a música: sonidos que imitan el ruido de una fábrica industrial, sonidos procesados por computadora, sonidos-máquina.
Dos secuencias: primera: montículos de revistas: años y décadas acumulados en páginas y páginas de papel impreso esperando resucitar por obra y para la obra de alguien que quiere dar vida a una criatura compuesta con parte de distintos cuerpos.
Segunda: la hoja en blanco donde figuras de papel danzan y se retiran orquestadas por un par de manos que persiguen a través de esta suerte de puesta en escena congelar un momento patético y fijarlo definitivamente.
Acercamiento: los actores de cada drama, desprovistos del paisaje que los rodeó en su vida terrenal, o más bien impresa, se ven inmersos de pronto en un ámbito abrumador, en el que casi siempre predominan espacios vacíos envolvente: ahora son figuras de un drama conjurado para desenmascarar el papel caprichoso de los dioses y diosas que manipulan los hilos de nuestro destino: el vacío domina casi todo, y así los personajes-víctima participan en un juego de proporciones y desproporciones que persiguen retratar la insignificancia de lo humano ante la monumentalidad de la nada, y se constituye, desprovistos de toda atadura con el pasado, en nuevos signos dentro del universo de la composición en la cuál actúan, universos que destacan por su pulcritud, tanto en técnica como formal, así como por la economía de elementos para componer con fuerza expresiva sutiles caricaturas de la condición humana.
Paneo: hace ya algunos años Eric del Castillo Bandala, disidente convencido y practicante de un nihilismo en el cual tampoco cree, inició una ruta creativa que fue tomando diversos cauces: desde la pintura, donde privilegia el acrílico por su rapidez, hasta el performance, en el que evita llenar la intensidad de lo efímero con violencia directa, prefiriendo entretejer una especie de poética de la incongruencia, y pasando también por el objeto-arte, el objeto encontrado que sufre siempre un tipo de manipulación. Sin embargo, a lo largo de toda su obra el collage funciona como hilo conductor: no solo se trata del lenguaje plástico que él ha depurado mejor a través creativa, sino también el sentido de la expresión collagistica se desborda hacia las demás disciplinas que Eric desarrolla, perneando su labor pictórica, para la cual suele retomar imágenes que primeramente surgieron de una composición de papeles recortados, que los objetos, los cuales recuperan el collage el carácter fragmentario, de escombros del tiempo.
Cortes: imágenes polimorfas multinaturales alimentan la disociación creativa / la realidad es una serie incompleta de fragmentos de información para tejerse como rompecabezas / toma una navaja y recorta tu silueta del entorno que te rodea / "el performance es una pintura en movimiento" / "el collage es pintar con tijeras en vez del pincel" / el hombre es el lobo del hombre / el mundo fluye a través de la red y vía satélite / predomina la artificialidad, lo sintético, lo anónimo, lo instantáneo / la naturaleza ha ocupado su justo lugar dentro de la enciclopedia y en los libros de historia / saludemos el advenimiento el advenimiento del humano-máquina, del ser cibernético.
Disolvencia: existe un distanciamiento conciente por parte del autor de estos microcosmos, quien se sitúa como simple observador de lo humano, como voyeur, sin tomar partido, encubriendo el desencanto tras una máscara de ironía que pretende no verse afectada por los aspectos terribles y contradictorios del mundo contemporáneo; se trata de un aislamiento que no tiende hacia el bien ni hacia el mal, que desconfía de utopías y doctrinas, que se ríe de las fracturas del sistema imperante, el cual hace ver todo como una mercancía y fachada, un aislacionismo, en fin, que al mismo tiempo pone en evidencia el carácter de simulacro del establishment, mostrando que el cascarón encierra únicamente vacío.